Recursos Psicológicos para afrontar el aislamiento

Categoría: Recursos
Última modificación: 20 de abril de 2020

«Ser más conscientes de nuestra propia vulnerabilidad nos vuelve más resilientes o más fuertes y diferentes en un sentido positivo,  si nos permitimos experimentar el proceso, tal y como se presenta en nuestro cuerpo, y elaboramos lo que sucede. Es hora quizás de atribuirle a este momento la cualidad de oportunidad para mejorar y fortalecernos, eso sí está en nuestra poder

Hace varios años viví en la República Democrática del Congo (RDC), en Lubumbashi en la Provincia de Katanga, allí por primera vez viví el aislamiento. Trabajaba en una ONG donde viajábamos a Bulaya para ir a ayudar en un orfanato y construíamos una maternidad.

Un buen, o mal día, cuando estábamos por salir hacia el orfanato, nos comunicaron que una tribu de caníbales nómades estaba en Bulaya y había comido a una persona. Mi mente quedó en off, sin poder procesar lo que escuchaban mis oídos y como consecuencia de dicho acto se decidió quedar en aislamiento. Estuve 15 días en las mismas circunstancias que ahora.  Salvando las distancias, fue aislamiento igual.  

En general, durante toda mi estadía allí que fueron varios meses, casi un año, para ir al supermercado debía ir en auto, con un chofer negro, ya que si tenía problemas o un accidente era muy peligroso para mi vida estar manejando yo, una mujer blanca. En donde residía había “guardias” de los que tenía que cuidarme para que no me roben o cuando estaba sola también debía cuidarme de sus reacciones (propias de una cultura hiper machista).

En esa misma ciudad, Lubumbashi, también fui perseguida (por confusión) por un grupo de personas del pueblo para lincharme, no era yo su objetivo, me confundieron con personas indias… No podía caminar por la vereda (era muy probable que hicieran algún tipo de daño, como tirarme piedras). Iba a todos lados con chofer y él era mi sombra. Realmente asfixiante.

Me enfermé de malaria (se contagia por picadura de mosquitos) y disentería (por tomar agua contaminadas) para lo cual el seguro de salud de un millón de dólares funcionó, a diferencia de la gente del lugar que moría por falta de recursos. Igualmente de esa experiencia quede con miedo a tomar agua mineral (la única que se podía tomar) porque no sabía si era realmente lo era o fue rellenada la botella y con pánico a los mosquitos, vivía con off en la cartera (cuando no estaba en falta). Desinfectaba todo con lavandina y fuera de ciertas actividades era un encierro importante, lejos de mi gente, de mi lengua materna, en una cultura radicalmente diferente y casi sin internet (no se podían reproducir bien los videos online por ejemplo).

En este contexto de pandemia mundial he escuchado a algunas personas sentir pánico, desesperación, cansancio de no hacer nada, algunos han entrado en un estado de embotamiento mental, otros sufren estrés por peleas familiares, preocupación, confusión, desconcierto, etc. Sensaciones y emociones que son propias del aislamiento y que es necesario que oigan o escuchen. Nuestro sistema de defensa se activó, porque percibimos peligro o amenaza a nuestra integridad psicofísica o peligro de vida.

Ahora sobre ellas hay que trabajar. Elaborar eso que sentimos, o sea,  reconocer, validar y transformar todas esas emociones.  Son todas normales consecuencias del aislamiento en circunstancias adversas. Se basan en que percibimos que nuestras vidas se salen de control y que  perdemos la libertad de elegir, sabiendo que en mayor o menor medida nuestras vidas están en juego. Dando por resultado pensamientos catastróficos, negativos, el mundo se tiñe de un color más oscuro. También nos podemos poner más irritables ante la situación inesperada y la sensación de encierro. Pero todas nuestras reacciones tienen algo en común: la angustia frente a la posibilidad de la muerte.

Se abre en nuestra mente un proceso. El proceso de duelo. Nuestras vidas sentimos que ya no serán las mismas. Sabemos que algo cambiará. Como leí en un artículo, después de lo de las torres gemelas ya nunca más viajamos igual en avión, bueno después de una pandemia seguro que hay hábitos, usos y costumbres que cambiarán para siempre. No sabemos hasta dónde pero calculamos ciertos cambios. Como todo duelo tiene etapas. Las etapas son shock, negación, enojo, negociación, desesperanza y aceptación y resolución. Estas etapas no son ordenadas y pueden volverse un tanto difíciles de atravesar. Porque hay que permitirse sentir, sin creer que será eterno, insisto son etapas. Una etapa peligrosa es la negación, porque allí vemos los actos irresponsables de algunos que rompen las reglas exponiendo sus vidas y la de todos.

Vivimos sin conciencia de nuestra propia vulnerabilidad, de que realmente no controlamos casi nada, nosotros creemos que controlamos el mundo que nos rodea e incluso ciertos aspectos nuestros, pero eso nunca fue así. Es una ilusión de control, el ser humano es muy omnipotente. Y es por ello, a mí entender, que se desencadena el duelo. Duelo por la pérdida de múltiples aspectos que creíamos tener. El haber vivido en la RDC me posibilitó ser más consciente de mis vulnerabilidades, de que en realidad casi nada está en nuestro control. Creemos tener el dominio y hacemos todo para no perder lo que creemos tenemos en nuestras manos y de un segundo al otro se esfuma.

Este aislamiento me tomo entrenada o con el duelo más procesado. Por eso quería trasmitirles mi experiencia. Así como yo después del duelo me transforme y al aceptar mis vulnerabilidades crecí y paradójicamente me volví resiliente creo que ese podría ser el desenlace de todos lo que hoy están haciendo el proceso. Claro que algunos necesitaran ayuda. ¡Pídanla! Hay mucha gente dispuesta. Terapeutas online psicólogos, psiquiatras, asesoramiento gratuito, etc. El duelo puede patologizarse por diferentes cuestiones, o las personas que tenían cosas no resueltas pueden hacer procesos complicados.

Ser más conscientes de nuestra propia vulnerabilidad nos vuelve más resilientes o más fuertes y diferentes en un sentido positivo,  si nos permitimos experimentar el proceso, tal y como se presenta en nuestro cuerpo, y elaboramos lo que sucede. Es hora quizás de atribuirle a este momento la cualidad de oportunidad para mejorar y fortalecernos, eso sí está en nuestra poder.

Creernos superpoderosos o sentir que nada se puede, no ayuda. Aceptar que hay muchas cosas que no controlamos y sólo concentrarnos en lo verdaderamente posible sería en principio la manera. Sin mentirnos, sin ilusiones, es lo que nos permite hacer el salto cualitativo en nuestras vidas personales. Y para cuando podamos extender nuestras posibilidades valorarlas como agua en el desierto.                 

Yo hoy veo mi país de otra manera, veo gente que cuida a los otros, que piensa en todos y no en algunos. Sé que hay excepciones pero yo veo los millones que si están en su casa. Argentina, un país donde las personas son solidarias. Sé que existen aún muchas injusticias y todavía nos queda mucho por crecer y avanzar en relación a los derechos de las mujeres, a la inclusión, etc. Pero después vivir en Congo donde la mujer es la nada misma, donde hoy en día aún son compradas por los futuros maridos, dónde la poligamia es legal sólo para hombres, donde no hay derecho a la más mínima replica o libre expresión. Congo, donde si naces discapacitado te matan a palazos, donde la violación y la ablación de clítoris es moneda corriente. Después de eso yo valoro de otra manera este país y las luchas que acompaño. Y no solo en relación a Congo, África, también lo digo por diferentes experiencias, quizás no tan aversivas,  que he tenido en América del Norte, en Latinoamérica, Europa y Australia.

Desde mi percepción este país es de gente libre, donde existe un estado que cuida a todos por igual garantizando la salud pública, en esta pandemia y más allá de ella también. Me refiero en general a la Argentina, no a un gobierno en particular.

Yo me siento protegida en mi país, donde puedo salir a expresar lo que siento sin que me maten. Donde se pude estudiar en colegios públicos, sanar en hospitales de manera gratuita, donde en este momento el estado toma medidas ejemplares para que todos puedan ser atendidos. Para que nuestros derechos básicos sigan en pie. Yo me siento protegida, me siento cuidada, me siento considerada y acompañada por millones.

Sin negar la realidad podemos elegir desde donde mirarla y buscar vivir de la mejor manera posible, aceptar que todo puede cambiar de un momento a otro, que no controlamos casi nada de lo que sucede a nuestro alrededor. Pero que sí podemos y tenemos que ir decidiendo, paso a paso, lo que, en parte, nos toca nos vivir. Salir de la ilusión y entrar en el terreno de la realidad apostando por nuestros sueños. Revalorizar lo que tenemos y seguir luchando por los cambios necesarios que nos tocan atravesar y los que queremos generar. “Caminante se hace camino al andar”