La soledad de la maternidad. El maternaje, una experiencia solitaria en la era digital

Última modificación: 1 de mayo de 2022
Casi ninguna de mujeres que han sido madres cuentan de lo que pasan en el hospital, la violencia obstétrica, las angustias y los miedos del puerperio, lo doloroso de la lactancia, pero, sobre todo, nadie habla de la tremenda soledad de la maternidad.

Nunca tuve una experiencia más solitaria que la maternidad. Jamás imaginé sentirme más sola que nunca en ese momento de mi vida. Sola, no en el sentido concreto porque siempre estas con el bebé, pero si a nivel interno, personal e interpersonal con los adultos.

Desde pequeña he buscado momentos para estar sola, amo la soledad, disfruto de ella y generalmente es muy productiva porque es donde se producen los momentos de mayor aprendizaje y creatividad. Sólo en ciertos momentos ha sido difícil de sobrellevar.

El dicho: “se necesita una tribu entera para criar una hijo” es totalmente real pero hoy ya no hay tribus. Sé que hay madres que aún tienen tribus (familia extensa o familia psíquica) pero cada vez veo más casos como el mío.

Muchas nos quedamos solas y no solo por la pandemia…

La terrible realidad de muchas madres en estas era de la información es la terrible soledad y abandono. La era de la información o de la informática surge producto de la revolución digital donde hay tanta información que las personas se desbordan y no pueden adaptarse al mundo que los rodea, no pueden jerarquizar qué información es buena o importante y cuál no. Vivimos en un mundo virtual que nos aísla, más allá del efecto de la pandemia que incremento este efecto.

Ya no está la familia extensa, los abuelos y abuelas (si tienen edad para apoyar, no lo hacen). Los hermanos y hermanas están ausentes pero presentes para la selfi, para publicar en las redes sociales. Las amistades ya no son los que apoyan, son los que se juntan a socializar un rato, cada uno está sumergido en sus vidas corriendo contra reloj con o sin hijos, nadie tiene tiempo.

El hijo como valor preciado, buscado y anhelado de la era posindustrial, termina siendo más que una carga que nos deja a merced, ya se parece a un boleto hacia la esclavitud. El hijo hoy es una demanda al infinito. Después de parir todos y todas desaparecen como por arte de magia. Y lo más grave que ninguna mujer que fue madre y pasó por esto nos dijo nada.

Casi ninguna de mujeres que han sido madres cuentan de lo que pasan en el hospital, la violencia obstétrica, las angustias y los miedos del puerperio, lo doloroso de la lactancia, pero, sobre todo, nadie habla de la tremenda soledad de la maternidad.

Los padres, después del parto, vuelven al trabajo a los cuatro días (mas o menos) y luego mucho no comprenden ni logran empatizar con la realidad de la puérpera que está aprendiendo a ser mama sola y llevando un hogar. Todo este trabajo que realizamos, es un trabajo invisible, que se supone que es nuestra obligación como mujeres que deseamos tener un hijo. ¡Tanto que lo quisiste ahí está, jodete! No podés protestar, pedir ayuda, no hay derecho a quejas. Nadie escucha y los dolorosos silencios invisiblizan a todas.

Las visitas al bebé recién nacido, cuando las hay, invaden, no ayudan, ensucian todo y se van, sobrecargando a la mamá que tiene en el mejor de los casos alguna red paga para el sostenimiento del hogar. Todas las mujeres a su alrededor en vez de ofrecer sus brazos para que la mamá se pueda bañar, ir al baño, y cortarse las uñas de los pies (tremendo lo que estoy escribiendo), OPINAN sobre sobre su maternaje juzgando qué debe y qué no debe hacer. ¿Y la empatía dónde está?

Necesitamos que abran la boca para contener con palabras, pero sobre todo que abran los brazos y el alma, que ayuden con su presencia física. Necesitamos presencialidad, no virtualidad.

Si las mamás tienen espacios de nutrición y apoyo probablemente pueda dar sin quedarse desbastadas por el cansancio y la angustia. A esta situación a veces se suman los reclamos del compañero porque se siente “desplazado”, las parejas reclaman atención y relaciones sexuales; cuando para una madre no hay periodo menos sexual que los primeros tiempos. No tiene energía ni para ella misma. Es increíble que todavía muchas se sientan culpables de no darles a ellos lo que quieren.

Y… ¿Los padres dónde están? Algunos más presentes que otros, pero definitivamente cuando vemos a tantas madres en pareja tan solas, nos damos cuenta de que el padre sigue con su vida la mayor parte del día, una mamá no.

A esta situación podemos sumar la falta de referentes para las madres.  Entonces aparecen, como mecanismos supletorios, la búsqueda en internet. Googleamos la contención emocional y los referentes, que no tenemos, en el espacio virtual. Y encontramos como modelo algún médico (generalmente hombre) en Instagram que sirve las veces de guía. ¡Que dolorosa realidad! ¡Y para colmo la mayor parte del tiempo sentimos culpa!

Porque el tema de la CULPA es otro GRAN TEMA. Si decidiste hacerle caso a un criterio médico y falló (porque hay tantos consejos médicos como pediatras en el mundo) sentís culpa, si se cayó de la cama sentís culpa, si se paspó la cola porque no te diste cuenta que se hizo caca hace una media hora sentís culpa, si no sabes porque llora, si esta raro o extraña, si duerme mucho porque no lo despertaste, si duerme poco porque seguro tu leche no lo llena, etc., etc., etc… SENTÍS CULPA.

Este sufrimiento infinito en soledad y culpa, se extiende y amplifica al máximo si es una familia monomarental y/o si fue embarazo múltiple. Donde ya las mujeres pueden llegar a niveles de depresión muy severa y que la o las crías entren en peligro.

En el mejor de los cosos las mujeres privilegiadas tenemos medios económicos para pagar una red con niñera, mujeres que nos ayuden con la limpieza, etc. Y por supuesto son todas mujeres porque la maternidad es cosa de mujeres y la casa también. Pero a la vez tenemos que trabajar y proveer como el hombre. O sea, que trabajamos igual que ellos, pero con culpa por dejar a nuestra cría, porque aún tenemos los mandatos patriarcales gravados a fuego y a su vez tenemos que ser buenas profesionales y poner la mitad del dinero, aunque nos encargamos casi 100 por ciento de nuestros hijos y del hogar. Pero ellos nos ayudan porque son “no machistas” y nosotras tampoco. ¡Aja!

A estas exigencias sumemos el tema de la imagen, esa que tiene que ver con el cuerpo. Si no adelgazaste como una modelo después del parto o cesárea, significa que te dejaste estar y te achanchaste. Si se te cayeron las mamas y los glúteos, más la panza en estado de chicle, etc., no sabés cómo hacer para mírate al espejo, mínimo. Por supuesto que esto trae aparejado la exigencia de hacer ejercicio y alimentarse «bien». Y estar siempre vestidas con algo «lindo», lo que generalmente implica incomodidad y sobre todo estar depiladas, peinadas, sin canas y maquilladas, con tu bebe de punta en blanco. Y así pareces feliz, (imagen que hay que sostener porque deseaste ese bebé). Así los dejas tranquilos a todos. Todos felices, menos vos…

La familia nuclear se torna frágil y sin tribu se deshace… las madres mientras más sufren más perciben a la maternidad como una especie de tortura y autosecuestro en pos de otro.

Es importante VISIBILIZAR estas realidades de la maternidad.

La maternidades reales son temas abandonados. De no ser así, se reduce a una maternidad y romantizada.

Algunas personas consideran que está sobrevalorada, otras que es un mandato categórico socio histórico cultural. Hoy las maternidades son algo de lo que los chicos y chicas huyen, con razones válidas como vimos y también porque implica mucho más de lo que expongo en esta nota. Sería interesante retomarlas, gestarlas y parirlas otra vez, ver a estas maternidades mas de cerca. Pero esta vez gestarla entre todos y todas. Valorarla de otra manera, entender que los hijos son de una tribu y comprender que mientras más aislados los seres humanos, quedamos más vulnerables, incluso como especie. Ser inclusivos también con las maternidades, integrarlas de una manera amigable para el conjunto que cría y cuida, para la tribu.

¿Qué puedo hacer si me siento sola en la maternidad

  •   Si estás sola maternando pedí ayuda, dicile a tu entorno que lo que sentís y te está pasando. Pero pedí ayuda concretamente, explicá exactamente qué necesitas. Contales que urge compañía de otro tipo. Especifica, por ejemplo: «necesito que me traigan comida hecha, que cuiden a Matilda media hora mientras me baño, etc.»
  • Usa las redes sociales a tu favor, hablá de tu experiencia y vas a ver que surge algún apoyo.
  • Si estas bloqueada y no podes pensar, pedile a alguien, aunque sea por teléfono, que te ayude a pensar qué necesitas y cómo conseguirlo. Muchas veces la emoción que produce el desamparo bloquea la mente y necesitamos de otro que haga de “yo auxiliar”, que nos dé ideas y que piense con nosotras y a veces por nosotras si el bloqueo es absoluto.
  • Si la angustia es muy intensa, saca un turno con un profesional de la salud mental. Quizás sea necesario compañía profesional y/o de medicación. Si ya llevas mucho tiempo sola y/o con una gran angustia a veces es necesario. Pero no te preocupes hay medicamentos compatibles con la lactancia que te pueden ayudar, además de un psicólogo especialista en perinatal.
  • La idea es que armes esa red de contención que te da la tribu. Y un profesional te puede ayudar a armarla. Hay que buscar y construir.